Francisco Klima, Dinámica Plataforma: Lo técnico y económico son insuficientes para un buen proyecto; lo territorial y comunitario tienen mucha relevancia

Francisco Klima

Socio fundador y director ejecutivo de Dinámica Plataforma, consultora especializada en estrategias orientadas a vincular empresas, sociedad, comunidades e institucionalidad, Francisco Klima trabajó previamente en Fundación Chile. Allí fue director de Estudios y Foresight, liderando proyectos vinculados a los ámbitos de capital humano, sustentabilidad, recursos naturales, minería, desarrollo y nuevas tecnologías.

Es sociólogo de la Universidad Diego Portales, y posee experiencia en investigación aplicada, sustentabilidad, evaluación de políticas públicas y estrategias de innovación en sectores productivos. Ha trabajado en instituciones públicas y privadas, entre ellas: el Ministerio de Educación, la Universidad Diego Portales y Telefónica Chile.

Estando en Fundación Chile se hizo cargo de la coordinación, redacción y edición del libro “Desde el cobre a la innovación: Roadmap tecnológico de la minería chilena 2015-2035”, junto a su actual socio: Mauro Valdés (elegido recientemente como presidente de la asociación gremial Minnovex), y que fue el puntapié para crear la consultora. “Sentíamos que estábamos abordando muchos los temas productivo, el tecnológico y de proveedores, pero había un desafío pendiente en los comunitarios, en la relación con la institucionalidad, con lo local, que había que abordar. Ese fue el punto de inicio”, comenta.

De acuerdo con Klima, los aspectos técnicos y económicos no son hoy suficientes para tener un buen proyecto. “Los temas socioterritoriales y socioambientales son un driver más de negocio, que la minería tiene que incorporar en el mismo nivel”, advierte.

Asimismo, hace ver que, dado que la institucionalidad se ha visto desbordada, y que obtener una RCA (Resolución de Calificación Ambiental) no es garantía de éxito, las empresas están enfrentadas a la necesidad de construir sus propias fuentes de legitimidad.

– ¿En qué situaciones se daban cuenta de que hacía falta abordar el relacionamiento comunitario?

Vimos que había principalmente tres brechas que no se estaban abordando. La primera tenía que ver con la calidad de los diagnósticos que se estaban haciendo. Estos, así como las soluciones, eran bastante generales; nos dábamos cuenta de que en minería y recursos naturales, aunque el problema aparentemente sea el mismo, el diagnóstico nunca es igual, si lo abordamos en El Choapa, Atacama, Huasco o Antofagasta, porque los problemas asociados a la industria son local-específicos. Por lo tanto, un diagnóstico y una solución a un problema, no son directamente aplicables en distintos territorios.

– Me imagino que no sólo hay diferencias entre regiones, sino también dentro de una misma Región…

Diría que una buena unidad de análisis es la cuenca. Es decir, dentro de una Región podemos tener distintas cuencas, y hemos visto que las realidades son absolutamente diferentes.

– ¿Cuáles son las otras dos brechas que advirtieron?

La segunda tenía que ver con la velocidad del cambio. Como sociólogo, puedo decir que la modernidad se caracteriza por que las sociedades van mutando cada vez más rápido ¡Cómo ha cambiado todo en estos últimos tres años! Las tecnologías, las formas de vincularnos, etc. Vimos que la sociedad se estaba complejizando muy rápidamente, y las soluciones que tenía la industria minera para atender esos mayores niveles de complejidad parecían venir de tiempos pasados, y eran algo estáticas. Necesitábamos soluciones más complejas y dinámicas, para entender realidades que así lo son.

Y la tercera brecha, tiene que ver con la especificad de las industrias de recursos naturales. Nosotros nunca miramos lo ‘social por lo social’; lo primero que analizamos es el proceso productivo, y cuando está vinculado a los recursos naturales siempre va cambiando. Explotar una mina nueva es muy distinto a hacerlo en una antigua, por las distancias (que deben recorrer los equipos con mineral), también la roca puede ser más dura… Eso implica mayores consumos de energía, de uso de agua, más material particulado. Entonces, en la medida de que el proceso productivo va cambiando, los impactos también lo hacen.

– ¿Qué implica que los impactos cambien?

Implica que constantemente, en la relación entre una comunidad y una empresa, se producen altos niveles de incertidumbre ecológica y sociopolítica que hay que estar abordando.Cuando partimos vimos una industria muy centrada en la solución o gestión de controversias y conflictos, pero con poca capacidad de tener una mirada más de largo plazo; y si nos dedicábamos a gestionar controversias puntuales, íbamos a seguir en eso siempre. Sin desmerecer que la gestión de conflictos es relevante, no es una solución estructural para abordar los problemas que tienen las compañías con las comunidades.

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– Es recomendable entonces tener una relación permanente empresa-comunidades…

Permanente. Y siempre tomando en cuenta que esa relación no es estática, sino que dinámica; va a estar transformación siempre, ya sea porque las comunidades y grupos sociales cambian, o porque el mismo proceso productivo va evolucionando y sus impactos van variando. Eso va a ir reconfigurando constantemente la relación entre las empresas y las comunidades.

LICENCIA SOCIAL

– Desde el estallido social ¿Han advertido mayor interés o preocupación de parte de las mineras por mejorar su vínculo con las comunidades?

Creo que la preocupación por el tema comunitario es anterior. De hecho, la firma EY en su informe sobre riesgos de la minería, viene hace por lo menos cinco años situando a la Licencia Social para Operar entre las principales inquietudes asociadas a esta actividad, a nivel mundial.

– ¿Pero a partir de ese hito puntual, advirtieron un alza en la preocupación por este riesgo?

¡Absolutamente! Y creo que por dos motivos. El primero, es que el estallido social, como fenómeno, toma distintas expresiones: unos protestaban contra las Isapres, otros contra las AFP, otros pedían no más TAG… Eran muchas demandas individuales, juntas en un momento ¿Qué unía a todas esas demandas? El malestar (de los ciudadanos).

En los territorios mineros pasó un poco lo mismo, y ese malestar que venía acumulado en la sociedad tomó cierta forma. Por ejemplo, en la zona central de Chile, donde la minería convive con la agricultura, las demandas tenían que ver con el agua y la equidad en este recurso. Más al norte, se relacionaban con temas de infraestructura y desarrollo local. Se fueron articulando demandas en los territorios que le pegaban mucho a la minería.

Pero también hay un tema que es más de fondo, y tiene que ver con la evidencia de que la institucionalidad estaba desbordada. Este es un motivo de preocupación grande, porque para la minería la institucionalidad es un factor muy importante, y al estar desbordada, pierde la capacidad de transferirle legitimidad a los proyectos mineros. En concreto, hoy gran parte de las mineras saben que obtener una RCA no es garantía de éxito. Las compañías están enfrentadas a la necesidad de construir sus propias fuentes de legitimidad; pero esta vez sin un aval político-institucional, como lo fue en los años ’90 o en los 2000.

ENFOQUE INTEGRAL

– ¿Cuáles son los principales errores que suelen cometer las compañías mineras al desarrollar un proyecto, el cual tiene impactos sobre un territorio?

En el contexto actual, el principal error que puede cometer un proyecto es desacoplar el diseño, y la evaluación técnica y económica del proyecto, de los temas socio-ambientales o socio-territoriales. En los años ‘90 las empresas diseñaban un proyecto minero en función de criterios técnicos y económicos básicamente; y cuando ya lo tenían definido, decidían hacer el relacionamiento con las comunidades. Hoy la definición de un proyecto tiene que ser mucho más multifactorial, es decir: lo técnico y económico es insuficiente para tener un buen proyecto; los temas territorial y el comunitario pasan a tener mucha relevancia.

Hay varios ejemplos donde vemos que técnica y económicamente un proyecto puede ser excelente, pero si afecta intereses que son muy sensibles en la comunidad o está emplazado en un lugar muy crítico, las posibilidades de éxito van a ser menores. Los temas socio-territoriales y socio-ambientales son un driver más del negocio, que la minería tiene que incorporar en el mismo nivel que los técnicos y económicos.

– ¿En cuál fase, desde que nace el proyecto?

Evidentemente en una fase muy temprana, de exploración; lo que tiene que hacer la campaña de exploración es vincularse bien con el anillo más cercano, con la servidumbre de paso. Pero ya cuando el proyecto pasa a una etapa de prefactibilidad, es el momento donde tiene que empezar a construir legitimidad; y comenzar a pensarse el proyecto y la infraestructura ‘desde el territorio’.

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– ¿Qué se entiende por territorio: un pueblo cercano, la cuenca, toda la Región?

Esa no es una pregunta que esté resuelta en la institucionalidad; esta define el área de influencia desde la perspectiva de los impactos. Considero que hay que pensar los territorios desde el punto de vista del emplazamiento de la infraestructura, pero también desde los impactos, incluso de aquellos que pueden ser más indirectos, como el flujo vial. Una compañía minera tradicional, en general, tiene una incidencia desde la Cordillera hasta el puerto de embarque; en ese sentido, la unidad tiende a ser la cuenca.

– ¿Qué otros errores suelen ser frecuentes en la relación con el entorno?

El otro error, que hoy está pasando la cuenta y pesa bastante, tiene que ver con ‘transaccionalizar’ la relación con las comunidades. Si voy con la predisposición de solucionar los conflictos llegando a acuerdos monetarios o con beneficios directos, se va a producir un proceso de aprendizaje (en esta forma de relacionamiento) que no va a parar. Lo que hemos visto, es que muchos de los conflictos están ahí porque la relación se ha construido en base al desacuerdo; es decir, los actores involucrados saben que en la medida que este exista, una parte va a reaccionar y la otra, teniendo una solución, va a resolverlo (por las formas descritas) Así, hoy tenemos conflictos que datan de hace muchos años.

Otro error se da cuando las empresas se ponen en el centro de los territorios (como actor o actividad predominante); la magnitud de la industria la lleva a eso. Pero la minería tiene que ser un interés más del territorio; las mineras deben cuidar que el territorio no deje de ser lo que era, porque están ahí; no anular las otras actividades.

– ¿Qué opinas de las estrategias de valor compartido y de hacer parte del negocio a las comunidades?

Siento que debe haber un engagement distinto con las comunidades. En esto de que parte de las utilidades se puedan quedar en la comunidad, me ha tocado ver que por ser procesos de muy largo plazo (lo que demora un proyecto minero en empezar a producir), no eliminan los conflictos de corto plazo, porque la gente no trae a valor presente esa oportunidad. Hay otros mecanismos complementarios que se pueden usar.

– ¿Cuáles?

En las etapas previas, tener un buen proceso de participación. No estoy hablando de simplemente mostrar el proyecto ¡Sino de participación de verdad! Para abordar en conjunto los desafíos del territorio, con las autoridades locales, con las comunidades. Tener una Hoja de Ruta respecto del desarrollo del territorio ayuda mucho, no sólo a hacer converger los intereses, sino que también a construir una mirada común.

– ¿Ves a las comunidades más empoderadas hoy, más profesionalizadas para relacionarse con las empresas?

No sé si más profesionalizadas, pero de todas maneras más organizadas y empoderadas. Desde 2010-2011 venimos viendo una seguidilla de conflictos, que han posicionado lo local como un espacio de acción, y les han dado voz a las comunidades; las ha empoderado. También tienen más capacidad de articulación, por distintos motivos. El más simple, es por las nuevas tecnologías y lo que permiten las redes sociales. Pero también hay otros fenómenos influyendo, como la irrupción de actores externos a los territorios, como las ONG, que van teniendo un rol ahí.

Lo otro, tiene relación con lo que decía de los procesos de aprendizaje. Las comunidades han aprendido a convivir y negociar con la industria. Hay una economía política en los territorios, que tiene que ver con cómo se organizan, con las dinámicas de representación local, que hay que entender muy bien a la hora de buscar la legitimidad de los proyectos o de las operaciones.

CC Y MINERÍA: UNA DISUCIÓN MÁS DE PASADO QUE DE FUTURO

– ¿Cómo se aborda la inserción territorial en otros países mineros, como Australia y Canadá?

Lo primero que me gustaría recalcar es que el fenómeno de inestabilidad social que estamos viviendo en Chile, está ocurriendo en muchos países. En los que desarrollan minería vemos que, en mayor o menor medida, siempre hay conflicto.

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Respecto de naciones como Australia o Canadá, que se miran como referentes, no tengo indicios para suponer que una empresa que opera en esas jurisdicciones, y también en Chile, ocupe diferentes estándares de sustentabilidad o en la relación con las comunidades, por tratarse de países distintos. Tiendo a pensar que las prácticas que emplean son las mismas.

Donde sí creo que está la diferencia con estos países, es en la institucionalidad que regula a la minería. Ahí en Chile tenemos una deuda. Debemosanalizar qué rol juega la institucionalidad en el desarrollo minero. Tenemos diferencias, por ejemplo, en la relación con los pueblos indígenas, en temas de descentralización, desarrollo local, equidad territorial, la distribución de la renta y la tributación minera en los territorios. Australia o Canadá lo tienen mejor resuelto que nosotros, y eso hace que el marco de estabilidad entre la empresa y comunidades sea mejor en esos países.

– ¿Consideras que esos temas podrían ir resolviéndose con las definiciones político-constitucionales que estamos viviendo hoy en el país?

¡No se están abordando! La Convención está en otro eje de discusión, del que necesita el desarrollo minero en Chile. Y el Gobierno tiene algunas propuestas, pero todavía no son muy claras como para decir -más allá del tema del royalty- que estamos abordando o mejorando la institucionalidad minera. Hay aspectos que quedan de lado; habrá que ver en la propuesta de royalty cómo se distribuye la renta minera en las regiones productoras. Pero hoy estamos lejos de tener una discusión más sustantiva sobre la institucionalidad minera y cómo mejorarla.

– ¿Por dónde debería ir la discusión? ¿Qué hace falta?

Hay que tener conciencia de la oportunidad que tenemos  hoy como país. El mundo, en un contexto de crisis climática, con el auge de la electromovilidad y la digitalización, necesita más cobre, más minerales. Hace poco The Economist situó a Chile como una ‘potencia verde’; uno de los países ricos en materias primas, que van a poder aprovechar la renta derivada del escenario actual (por la mayor demanda mundial de minerales como el cobre y el litio). Ahí tenemos una oportunidad que no estamos viendo del todo, y necesitamos abordar la manera de aprovecharla a nivel global: cómo la transformamos en beneficios concretos a nivel local y territorial.

Al contrario, c, que está bastante a contrapelo de las tendencias mundiales y de lo que deberíamos estar considerando.

– ¿A qué atribuyes que persista una predisposición negativa hacia la minería?

Ahí hay que hacer una distinción. La predisposición hacia la minería es distinta cuando uno la observa a nivel nacional o local. Cuando tenemos la discusión sobre la minería a nivel nacional, pareciera haber una posición mucho más dicotómica en torno a la industria: ‘o estás a favor o en contra’. Eso se debe a que la minería cristaliza muchos de los debates que tenemos como sociedad; por ejemplo, los temas de modelo de desarrollo y extractivismo, la relación con pueblos indígenas, la tributación en las regiones, entre otros. Pero cuando uno va a lo local o a las regiones mineras, la predisposición no necesariamente es negativa hacia la industria. Lo que vemos, es que hay focos de oposición; pero en la gran mayoría de las personas hay muchos matices al momento de construir su percepción sobre la minería.

El desafío es cómo integramos todos esos matices en el desempeño de la industria. No es sólo la generación de empleo y desarrollo económico; pero tampoco es sólo el cuidado del medioambiente. También tenemos temas de transparencia y de comportamiento ético de las compañías, que son igual de relevantes. Por eso, nos encontramos con grupos que están “conflictuados” en torno a esta actividad, porque valoran mucho el desempeño económico, la generación de empleo, la creación de infraestructura, es decir, los atributos clásicos de esta industria; pero tienen una mala percepción respecto de los temas ambientales o sociales.

Como la discusión no es blanco o negro, los matices nos permiten que las posibilidades de generar un diálogo, y llegar a acuerdos, sean mucho mayores, en comparación a si la discusión estuviera absolutamente polarizada.