Por Juan Ignacio Guzmán, gerente general de GEM Mining Consulting
El litio está “de moda”. Su importancia radica en que hoy es considerado un elemento esencial para una sociedad ecológicamente sustentable en el futuro. Nuestro país, Chile, tiene las mayores reservas de litio, seguido de Australia, Argentina y China. Por lo tanto, a los ojos del mundo tenemos un gran “poder”; pero a la vez, una gran responsabilidad.
Hace unos días volvió a hacer noticia el llamado “triángulo del litio”, término aplicado a la zona geográfica compuesta por Argentina, Bolivia y Chile, que juntos concentran más del 60% de las reservas de este elemento.
Según estas nuevas informaciones, los cancilleres de estos países se encuentran trabajando en un documento en el que recurren a la figura de la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo), el cartel que fija niveles de producción de petróleo para influir en los precios del barril de crudo a nivel mundial. En este caso, sería una «OPEP del triángulo del litio», con la finalidad de lograr un «acuerdo del precio» ante la volatilidad del valor de este mineral. Así, se busca acordar precios, también coordinar flujos de producción. Y se suma el fijar pautas de buenas prácticas, para el desarrollo industrial, sustentable, y el avance científico y tecnológico.
Uno de los beneficios de esto -según indicaron los voceros- es que si Chile, Argentina y Bolivia se ponen de acuerdo, entonces Australia, hoy día el primer productor del mundo, podría sumarse con la idea de “converger en el precio”.
A primera vista, todo lo anterior suena “bien”, pero… ¿Sería realmente una buena idea? Veamos con hechos y fundamentos.
La idea de formar un cartel es algo que está siempre muy presente en países productores de minerales, y es por lo demás bastante antigua. Así también, hay bastantes fundamentos que van en contra de este tipo de políticas, entre los que se cuentan factores económicos, históricos, políticos y medioambientales.
El último cartel de Chile en commodities fue el Consejo Intergubernamental de Países Exportadores de Cobre, CIPEC, formado en 1967. Agrupaba a Chile, Perú, Zambia y Zaire. Fue un intento para tratar de influir en el precio del cobre en la década de 1970. Y fue también, en esa década, cuando se empezó a demostrar a nivel mundial que esto no funcionaba; el CIPEC nunca logró aumentar los precios del metal rojo.
Dentro de la teoría económica básica de carteles, el poder de mercado de un cartel depende de tres elementos, y en este caso, se estaría cumpliendo solo con uno:
- El primer elemento es la participación de mercado del cartel. Mientras mayor sea la producción, mayor el poder del cartel; pero en este caso, el 30% de la producción mundial es insuficiente.
- En segundo lugar, se necesita que la elasticidad precio de la demanda sea inelástica. Es decir, que un aumento del precio en el litio no reduzca considerablemente la demanda. Este sería el único punto de los tres que sí se cumpliría.
- Y por último, se necesita que la elasticidad precio de la oferta del resto de los productores (China, Australia, EE.UU., etc.) sea inelástica. Pero en la vida real, es esperable que si el nuevo cartel sube los precios, los demás países aumenten su producción, pues gran parte de los proyectos de la industria se encuentran fuera de Chile-Argentina-Bolivia.
Todo lo anterior es válido si la intención del cartel fuese subir los precios. Por otro lado, si la intención fuese mantenerlos y mitigar la volatilidad del mismo, el problema es mucho más complejo. No hay evidencia mundial que demuestre que los mecanismos de estabilización del precio funcionen o incluso que sean beneficiosos para los países participantes del cartel.
Más allá de estos fundamentos económicos, hay otros factores que desaconsejan una iniciativa de este tipo. Y acá entramos en el tema de “responsabilidad”: Podría ser una mala señal internacional, que no solo dañaría nuestra imagen como socio comercial, sino que también es negativa desde la perspectiva del uso del litio para combatir el cambio climático. Hoy se necesita de este mineral para abastecer la demanda de los vehículos eléctricos.
Si como país queremos ser verdes y contribuir a esta causa, este tipo de acciones limitan la producción de minerales y, por tanto, restringen el mercado de los autos eléctricos, lo que es claramente una señal contraproducente.