Por Willy Kracht, Profesor Asociado, Universidad de Chile, ex-subsecretario de Minería.
Para nadie en Chile sería una revelación escuchar la importancia de la actividad minera en nuestra economía. Chile produce buenos vinos, salmones y madera, pero si hubiera que escoger al sector que más nos representa, seguro que sería el minero, que es responsable de más del 50% de las exportaciones – casi un 57% en 2022 –, con un aporte cercano al 15% del PIB y que emplea de manera directa o indirecta alrededor de 970.000 trabajadores y trabajadoras. Teniendo esta realidad a la vista, cuando nos concentramos en los desafíos que el país debe enfrentar para avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la Organización de Naciones Unidas, es casi evidente que la minería como sector productivo tiene una gran responsabilidad y que su compromiso en avanzar en esta materia está íntimamente ligado a la posibilidad de éxito del país al enfrentar este desafío.
Pensar el desarrollo sostenible va mucho más allá de la protección del medioambiente. Esto lo han comprendido las distintas industrias y la minera no es la excepción. Hoy ya no se habla solo de sostenibilidad ambiental, sino que a nivel organizacional se complementa la necesaria preocupación por desempeño ambiental de las compañías con la preocupación por los impactos sociales de la actividad en su entorno y se ha tomado conciencia de que las dinámicas actuales hacen necesario contar con estructuras de gobernanza o gobierno corporativo en las propias compañías que les permitan hacer frente a mayores exigencias de manera oportuna y efectiva. La combinación de factores ambientales, sociales y de gobernanza, agrupados y evaluados como criterios ESG por su sigla en inglés (Environmental, Social and Governance) tienen hoy no solo un efecto en el desempeño de la empresa, sino también en el mayor o menor éxito que las compañías tengan para financiar nuevos proyectos. La creciente importancia que la industria le da a los criterios ESG es un síntoma que da cuenta de lo gravitante que ha sido la discusión sobre desarrollo sostenible a nivel global.
«El futuro de la actividad minera está condicionado por los patrones de desarrollo sostenible que se han acordado a nivel global. El éxito que como país tengamos en avanzar en esa dirección depende de la diligencia con que podamos aumentar, progresiva y responsablemente, las exigencias y condiciones para el desarrollo de nuevos proyectos de acuerdo con los ODS, y de la voluntad y flexibilidad de la industria para adaptarse a las nuevas exigencias».
De los 17 ODS, la industria minera toca, directa o indirectamente, más de la mitad de ellos. Así, las políticas que el sector ha implementado para aumentar la participación de mujeres en minería, disminuyendo de este modo la brecha de género tan evidente en esta actividad, o los esfuerzos que se hacen para reemplazar el suministro de agua continental por agua desalada, junto al impulso que la industria ha dado a la generación de energías renovables y los planes y compromisos que las compañías están implementando en acción climática, expresados en esfuerzos de mitigación y adaptación, tendrán un efecto importante en el desempeño no solo del propio sector, sino del país en cuanto a desarrollo sostenible refiere.
Los avances que el sector minero muestra en sostenibilidad obedecen a esfuerzos dinámicos de múltiples actores. Desde la esfera pública, el Estado está trabajando activamente para tener una normativa acorde a los tiempos. Ejemplos de esto hay muchos. Solo por citar algunos, disponemos de una ley marco que busca hacer frente a los desafíos que presenta el cambio climático y transitar hacia un desarrollo bajo en emisiones hasta alcanzar la carbono neutralidad al año 2050, ley que tiene una implicancia en el sector minero ya que establece presupuestos de emisiones sectoriales que deben ser cumplidos. Se está discutiendo la modernización del reglamento que fija los criterios para la aprobación de proyectos de diseño, construcción, operación y cierre de los depósitos de relaves (DS248). También se está trabajando en la adecuación de la norma de emisiones para fundiciones de cobre (DS28). En este ejercicio, se constata la necesidad de contar con una flexibilidad normativa que permita ir adecuando o actualizando las exigencias para el desarrollo de nuevos proyectos dando muestras de avances medibles en materia de sostenibilidad.
El futuro de la actividad minera está condicionado por los patrones de desarrollo sostenible que se han acordado a nivel global. El éxito que como país tengamos en avanzar en esa dirección depende de la diligencia con que podamos aumentar, progresiva y responsablemente, las exigencias y condiciones para el desarrollo de nuevos proyectos de acuerdo con los ODS, y de la voluntad y flexibilidad de la industria para adaptarse a las nuevas exigencias. Los avances que hemos observado en los últimos años, tanto desde la perspectiva del regulador como de la propia industria, auguran un futuro auspicioso. El llamado es a no bajar los brazos, redoblar esfuerzos y darnos metas alcanzables, pero ambiciosas. Las futuras generaciones lo agradecerán.