Por Ignacio Santelices, gerente de Sustentabilidad de Fundación Chile
Es difícil ponerle una fecha de inicio a la transición energética en Chile, pero un buen inicio podría ser la promulgación de la Ley de Energías Renovables No Convencionales en marzo de 2008. De ser así, la transición energética en Chile estaría próxima a cumplir los 16 años, es decir, en escala humana, sería un adolescente.
Una característica de la adolescencia es que las distintas partes del cuerpo crecen a ritmos distintos. De este modo, hemos visto cómo nos hemos convertido en líderes mundiales en la penetración de las energías renovables (un 37% la electricidad generada en 2023 en el país provino de este tipo de energías) y cómo lideramos los temas de eficiencia energética a nivel latinoamericano. Y por otra parte, también, tenemos aún importantes desafíos en el desarrollo de la transmisión, la modernización de la distribución, la electrificación del consumo energético, el desarrollo del hidrógeno verde y el almacenamiento.
«En medio de tanta polarización, el sector energético ha podido avanzar en su transición, por varios períodos de gobierno, siguiendo una visión de Estado y es tarea de todos contribuir a que esto siga de la misma forma hacia adelante».
Otro elemento clave de esta etapa de la vida es que los adolescentes exploran diferentes aspectos de sí para formar su propia identidad y desarrollar una conciencia del futuro, lo que los lleva a la planificación y a la toma de decisiones que determinarán quiénes serán. De la misma manera, las decisiones que tomemos hoy en materia energética, tendrán un impacto en la forma en que se conforme el sector energético hacia adelante, lo que generará – o no – impactos en nuestro desarrollo económico, social y ambiental.
Quienes tenemos hijos adolescentes, sabemos lo importante que es acompañarlos en esta etapa. Ése es justamente el rol que debe cumplir la autoridad en este momento de la transición energética y abordar todos los aspectos de ésta, priorizando aquellos más urgentes – tarifas, transmisión, almacenamiento – pero sin descuidar aquéllos que serán claves para su desarrollo en el mediano plazo, como la modernización de la distribución, la eficiencia energética o la electrificación del consumo energético; e incluso aquellos que recién estamos empezando a analizar, como la circularidad de los paneles.
Lamentablemente, no existe un manual sobre cómo liderar la transición energética, que es un proceso en que cada país va avanzando por su cuenta, con sus propias particularidades. Esto naturalmente genera -y seguirá generando- diferencias de visión entre los diversos actores, para lo cual es clave el diálogo y, especialmente, tener un liderazgo convocante y proactivo de la autoridad, como hemos visto respecto del proyecto de ley que normaliza las tarifas eléctricas.
En medio de tanta polarización, el sector energético ha podido avanzar en su transición, por varios períodos de gobierno, siguiendo una visión de Estado y es tarea de todos contribuir a que esto siga de la misma forma hacia adelante.