Pamela Chávez, emprendedora e innovadora: ¡Antofagasta debería ya ser un polo de innovación potente!

Pamela Chávez

Pamela Chávez inició de muy joven su vínculo con la ciencia: cuando tenía 14 años. Fue gracias a su espíritu inquieto -recuerda-, que no le costó pasar del deporte a la investigación. También gracias al rol de una profesora, que vio en ella a una alumna con curiosidad, y empezó a canalizar sus energías hacia el desarrollo tecnológico. Hoy no sólo se dedica a investigar, también se ha atrevido a emprender, y más desafiante, de la mano de la innovación. Con ello, demuestra que es posible generar ciencia aplicada desde Chile; más preciso aún, desde regiones.

Estudió Ingeniería en Acuicultura en la Universidad de Antofagasta, de la que posteriormente fue académica por cerca de 10 años, y donde colaboró en la creación de la carrera de Biotecnología; además de implementar y dirigir el Centro de Biotecnología y Biología Molecular. Tiene un master en Ciencias en Microbiología Acuática, y un doctorado en Microbiología Molecular y Biotecnología de la Universidad de Kyoto, Japón. También cursó un postdoctorado en la Universidad de Hawái, y obtuvo un diplomado en Tecnología, Innovación y Negocios en la Universidad Adolfo Ibáñez.

En 2007 fundó la empresa biotecnológica Aguamarina, de la cual se retiró 13 años después, para impulsar otro emprendiendo. Junto a otras dos socias -Johanna Obreque y Andrea Contreras-, crearon Domolif SpA., firma de base científica-tecnológica enfocada en la obtención de productos con nanopartículas, principalmente de cobre, y de origen biológico, a partir de bacterias.

A fines de marzo último su nombre salió en la prensa por ser una de las dos mujeres –la otra es Josefina Montenegro– designadas por el Presidente Boric, para integrar el Directorio de Codelco, cargo que asumirá la última semana de mayo. Su nombramiento fue muy valorado, no sólo porque se avanza en paridad de género en la alta dirección de la estatal; sino también por la comunidad científica y de innovadores, que ven ella un ejemplo.

¿Te sorprendió la designación a integrar el Directorio de Codelco? ¿Cómo la recibiste?

La recibí con mucha humildad, alegría y sorpresa; por el cariño de la gente y los mensajes que me han llegado, que reflejan cómo todo el ecosistema siente que era necesario incorporar (a la cuprífera estatal) una mirada desde el emprendimiento tecnológico. Se ve una esperanza de que se aceleren los procesos de innovación y desarrollo tecnológico con los proveedores en minería.

¿Esa mirada es la que esperas aportar?

Es una mirada que creo es muy similar a la que tienen el Presidente Gabriel Boric y la ministra de Minería, Marcela Hernando, así como el presidente del Directorio de Codelco, Máximo Pacheco, que es muy pro innovación y tecnología. Siento que llego a contribuir, en equipo, para que esto ocurra. Me siento muy alineada con la visión.

También te puede interesar:   Litio y centros de datos: tecnología para almacenar energía e información

– Desde tu perspectiva ¿Cuáles son los principales desafíos que enfrenta Codelco?

No puedo referirme a eso. Estoy en periodo de inducción, y uno ve cosas de afuera, pero no es lo mismo que desde adentro.

RECURSOS Y COLABORACIÓN

– ¿Cómo partió tu vínculo con la ciencia y la innovación?

Soy una enamorada de la ciencia. Tuve la fortuna de descubrirla a los 14 años, porque en el colegio había pasado por todos los deportes, pero mis papás siempre tenían miedo de que tuviera un accidente, porque hacía mucho. Cuando descubrí la academia científica, partimos con un campeonato regional y para mí fue como ejercitar otro músculo. Desde ahí, nunca más me separé de la ciencia.

 ¿Con qué obstáculos te encontraste en el camino de innovar y después, del emprendimiento?

Desde que era chica, el principal obstáculo ha sido la falta de recursos. Además, soy de los años ‘80, en que el país era pobre. En esa época no teníamos Internet; yo les escribía a los autores de los papers, y ellos me mandaban libros y documentos de regalo para que pudiera estudiar, porque a la biblioteca no llegaban las revistas científicas que necesitábamos.

Aprendimos a trabajar con pocos recursos, pero siempre soñando con tener y poder más. Ese, creo, fue el motor que me llevó a hacer un posgrado en el extranjero, porque siempre miraba a Estados Unidos, Europa, Japón, Alemania, como lugares donde uno podía dejar de preocuparse por cuánto me va a costar o dónde puedo conseguir apoyo.

Y para poder hacer un emprendimiento de base científico-tecnológica -que es el de mayor riesgo-, también necesitas aportes del Estado. En los países desarrollados hay mucha ayuda; acá era bien limitado… Había que usar mucho el ingenio, y entusiasmar a otros para que invirtieran en tu proyecto. Ese gen se va desarrollando con la necesidad.

¿Hubo apoyos en este trayecto?

Fue extraordinario que Corfo existiera. La llamo “San Corfo”, porque apuesta en innovación. Aunque estos últimos años se han ido reduciendo un poco los montos, porque el ecosistema ha crecido y hay muchos más programas que financiar. Pero creo que llegó el momento de financiar la ciencia. 

Cuando volví a Chile el año 2000 me acuerdo que grandes científicos pidieron al Gobierno del Presidente Ricardo Lagos que aumentara la inversión en ciencia, para que pasara del 0,2% del PIB al 0,4%, y ojalá al 1%. Ese es un anhelo que no ha parado. Hoy es algo más que un 0,3%, pero el Estado sigue poniendo un 0,2%, y la diferencia viene del mundo privado.

También te puede interesar:   Minera El Abra la segunda versión de fondo de voluntariado en Antofagasta

Ha sido bueno escuchar de este gobierno que quiere llegar al 1% del PIB. No sé si podremos; pero ya que dupliquemos (lo actual) sería extraordinario para el país, porque poder generar nuestras propias tecnologías, nos vuelve más eficientes, más sustentables.

¿Crees que la Región de Antofagasta pueda llegar a consolidarse como un polo innovador?

¡Antofagasta debería ser ya un polo de innovación potente! Porque confluyen en ella muchos factores que son fundamentales y críticos para el desarrollo de Chile. Uno es la minería, pero también están las empresas de energía. Y si sumas los servicios complementarios, habilitantes para que estas industrias operen… Está todo el tema de la desalación de agua.

Hace algunos años se decía que el sur le iba a dar agua al norte. Pero al final el que responde es el que tiene capacidades tecnológicas, y Antofagasta es la región que más capacidad instalada tiene. Hoy se dice que el norte le va a dar agua al sur: por know how y crecimiento. En la actualidad el 75% de la población de Antofagasta tiene agua desalada. Se logró pasar de tener la peor agua potable de Chile –así se solía decir–, a tener la mejor del país, porque ahora es un recurso que se obtiene con alta tecnología. Las capacidades tecnológicas que habilitan industrias tan grandes como la minería y la energía, dan cuenta de que la región, en forma natural, debería ser un hub tecnológico de alto impacto.

¿Qué hace falta para que este ecosistema se vaya consolidando?

Hay que trabajar mucho todavía en el ecosistema para que sean más propensos a la colaboración; trabajar juntos por un bien común. Hay pocos proyectos colectivos, hace falta juntarnos, más networking y espacios de conversación.

MINERÍA MÁS ABIERTA

¿Cuán receptiva ves a la industria minera para incorporar nuevas soluciones?

La minería ha cambiado en la última década; ha avanzado mucho. Hoy existen programas de innovación abierta; en general están mucho más receptivos a acoger y probar tecnologías, que 10 años atrás. ¿Es suficiente? Claro que no. Porque no hemos logrado resolver aún los mega problemas o desafíos que pueden tener las compañías; hay mucho por hacer. Uno quisiera que se invirtiera más…

Como decía, es necesario aumentar el porcentaje de investigación en el PIB. Porque, a diferencia de las otras áreas, cuando inviertes en Ciencia y Tecnología, estás haciendo una inversión; no es un gasto público. Está demostrado: todos los países que lo hacen, crecen. Hay un retorno por pago de impuestos de estas tecnologías; hay un mejoramiento en la calidad de vida; se hacen más eficientes los procesos, y todo eso tiene un beneficio económico para el país.

También te puede interesar:   Estudio anual de PwC revela los desafíos que tendrá la industria minera

Al invertir en Ciencia y Tecnología estamos levantando una industria, que es la del Conocimiento.

¿Y en el caso de la minería, crees que lo ven como una inversión?

Con la innovación abierta están viendo que las nuevas tecnologías les pueden permitir ser más eficientes, tener mayor control de sus procesos, más medición…

En realidad, los que ponen recursos en emprendimientos, son los fondos de inversión. Entonces, más que invertir en ciencia y tecnología, lo que uno pide es abrir la capacidad de compra a lo local. Porque adquirir una tecnología local genera un círculo virtuoso.

¿Qué condiciones deberían darse para que se genere ese círculo virtuoso?

Primero, declarar (las compañías) que un monto determinado de la compra se va a hacer en la Región. Con eso cambian las reglas del juego y aumentan las empresas que se instalan en Antofagasta, Calama, Rancagua o Salamanca, para entregar servicios. Mira el impacto que eso tiene en la descentralización, en la economía local, en la generación de empleos. Y más aún, si le sumas que se instalen fondos de inversión en esos lugares. Con el programa de Compra Local de BHP, que hicimos con la Fundación Mi Norte está ocurriendo exactamente eso. Y ya abrió un primer fondo de inversión con una aceleradora y la Universidad Católica del Norte. Ese es un ejemplo de colaboración virtuosa.

Antes en Antofagasta no había más de 900 proveedores de minería, en dos años somos casi 1.900. Se venden más de US$100 millones que quedan en la Región. El 60% de esos proveedores nunca antes había podido venderle a una minera. Y lo más importante: el programa les paga a siete días.

– Frente a las definiciones político-institucionales en curso ¿Cómo ves el ambiente que se está dando para la inversión y la innovación?

No estoy muy al día con los temas de la Constituyente. Lo que sí he declarado es que la minería y las áreas en que somos buenos (como país), tenemos que usarlas como plataforma de desarrollo de la industria del conocimiento; porque eso nos va a llevar al desarrollo que tiene que ver con el bienestar y la calidad de vida de las personas. Y con un Estado que va a tener dinero para gastar en sus programas sociales.