En uno de sus números más recientes la revista científica internacional Geosystem Engineering publicó el estudio “The contribution of the Chilean mining industry to the achievement of the 17 sustainable development goals”, de Miguel Herrera, director de la carrera Ingeniería Civil en Minería de la Facultad de Ingeniería y Ciencias de la Universidad Adolfo Ibáñez.
La investigación analiza el impacto de la minería chilena en cada uno de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de Naciones Unidas, entre los que se encuentran la superación de la pobreza, hambre cero, bienestar y salud garantizados para todos, educación de calidad, trabajo decente, equidad de género, entre otros.
Herrera realiza un análisis tomando verticales coyunturales como el uso responsable del recurso hídrico, uso de energías limpias, innovación y la infraestructura, acción climática, desarrollo de ciudades y comunidades sustentables; aspectos críticos que marcarán la subsistencia del sector minero y el cuidado del entorno humano y natural.
Durante los últimos 12 años Chile ha experimentado una sequía severa con una secuencia ininterrumpida de años secos y un déficit del 20,0 al 40,0%. Las previsiones indican que este fenómeno prevalecerá durante muchos más años, con impactos negativos en la economía, el medio ambiente y la sociedad.
En cuanto al consumo de agua, la gran minería del cobre consumió 16,87 m3/s, mientras que la mediana minería consumió 1,1 m3/ . El mayor consumo de agua se da en la Región de Antofagasta con un valor de 14,27 m3/s; ya que cuenta con 13 operaciones de la gran minería del cobre con la mayor producción de cobre a nivel mundial.
“El agua es un componente crítico en las operaciones mineras, dado que se utiliza intensivamente en circuitos de molienda y flotación, así como en los procesos de lixiviación de minerales del tipo óxido, sulfuros de baja ley y concentrados sucios”, cuenta el académico. “Si bien existe una mayor presión sobre el uso del recurso en la Región de Antofagasta y eso afecta el balance hídrico, las empresas tienen una fuerte política de inversiones en plantas desaladoras de agua para hacer frente a la escasez del recurso. En este sentido, se sugiere incorporar nuevas tecnologías a los diferentes procesos de concentración y lixiviación, acción clave para mejorar los indicadores de ahorro/recirculación de agua hasta alcanzar el 75%”, explica Herrera.
En cuanto al uso de energías limpias, se estima que el porcentaje de uso de energías renovables alcanzará el 49,2% en 2030. Actualmente, 16 sitios mineros tienen contratos firmados de suministro de energía limpia, mientras que cuatro tienen sus propios proyectos renovables no convencionales.
Según Herrera, las empresas mineras cuentan con al menos tres mecanismos para incorporar energía eléctrica: el uso directo de ERNC en algún proceso (ejemplo: soluciones de calentamiento en lixiviación), a través de un proyecto de ERNC desarrollado por la propia minera para su suministro; contratos (Power Purchase Agreement, PPA), donde básicamente la empresa minera participa en la inversión de proyectos ERNC; y, finalmente, contratos donde el cliente solicita a su generador que el suministro sea con este tipo de fuentes.
El académico asegura que la minería chilena debe ser la base para generar innovación tecnológica e infraestructura. “Un claro ejemplo de ello es la capacidad de compartir infraestructura crítica. De hecho, varias empresas están promoviendo el uso compartido de infraestructura en agua (desaladoras, ductos, entre otros), ya sea a través de empresas mineras coordinadas entre sí, o a través de un tercero que construye la infraestructura y asume los costos de coordinación, u otra alternativa factible, como un sistema de interconexión hídrica. En la medida que el sector genere sinergias para promover la I+D+i, la rentabilidad y el ahorro en costos, podría multiplicarse”, detalla.